Daily Excerpts: Las Historias de Mi Vida (Ustman) = ¿EL NIÑO YA COMIÓ?

 




Excerpt

¿EL NIÑO YA COMIÓ?

La historia nace en un sector muy humilde de una hermosa ciudad colombiana. Solicitan mis servicios profesionales como Psicólogo, para que ayude en el proceso de vida-muerte-vida, o como se diría en un lenguaje más sencillo, al buen morir de una paciente que para el caso  y que por el máximo respeto que amerita su situación llamaremos paciente A.  Se trata de una mujer quien llevaba viviendo en su cuerpo gastado por los años  104 veranos pero que quizás por la forma como los había vivido se le habían convertido en  interminables 104  congelantes inviernos.

Abrigaba la esperanza de un mejor mañana no sólo para sí misma sino para sus hijos. Anhelaba  un mejor despertar a la vida, un mejor dormir en paz, un mejor - encuentro con Dios - y un mejor – entregarse a la eternidad-.  Llevaba postrada  mucho tiempo en un mueble  viejo y oxidado por los años de la existencia, algo parecido - que se acercaba por plantearlo de alguna manera - a una  cama - de aquella  humilde choza, de ese barrio flagelado por las necesidades básicas insatisfechas. Allí donde las esperanzas de vida eran mínimas, donde sus fuerzas no eran suficientes para desprenderse de ese cuerpo que ya no le servía, vivía ella. Ese cuerpo de alguna manera la sostenía para emitir algunos monólogos de queja, de llanto,  de miedo y de duda por no saber concluir su vida de una mejor manera.

 Mas que ejercer allí el rol de Psicólogo, me acerqué como un sanador de almas. Cuando por fin pude hablar con ella, después de varios intentos por sacarle unas breves palabras de  sus resecos labios, me dijo que tenía mucho miedo. Y lanzó una frase para quienes de alguna manera la acompañaban en este trance “¿El niño ya comió?”, dijo. Yo pregunté por la edad del niño, y la sorpresa fue grande cuando me dijeron sus familiares que tenía 58 años de edad.

El llamado niño de 58 años de edad  no tenía  discapacidad alguna ni mental ni física, podría ser el eslabón perdido que no cuadraba para el proceso de vida, muerte, vida, de esta hermosa mujer. Ella vencida por los años no perdía su lucidez mental, así su flácida piel colgara de sus frágiles, delgados y cansados huesos.

Les pedí que reunieran a todos sus familiares - ya que según información suministrada todos vivían cerca -  para que todos y cada uno ellos le dijeran lo que tenían que decir. Especialmente aquellos aspectos de gratitud y aprecio. Era necesario reconocerle lo que había  hecho con su vida y cómo había afectado  de manera directa la vida de los suyos.

La mayoría de sus hijos se acercaron para hablar y reconciliarse con ella. Paradójicamente el de 58 años de edad no lo hizo, argumentando que no tenía  ninguna razón para hacerlo. El miedo de no asumir su identidad de adulto indefenso le fragmentaba el alma y con ese miedo quizás afectaba de manera directa la partida de su madre.

Una madre que por ser suficientemente buena como lo diría Jackes Lacan el Psicólogo Francés, le permitía una  identificación de sí misma  proyectada en términos del otro. Lo real, lo imaginario y lo simbólico, se conjugan aquí  en un solo aspecto “miedo a perderte me hace dependiente de ti”. Aspectos que afectan en doble vía tanto a la madre como al infante que ella difícilmente ve crecer. El hijo era incapaz de asumir sus miedos, quizás para beneficio de su propio ego fragmentado.  Esos miedos no los aprendió a enfrentar y asumirlos de manera apropiada.

Por lo tanto la paciente deja de ser el centro de atención, para cederle el rol de paciente a su  - niño - de 58 años, quien después de un proceso terapéutico breve y de emergencia en vista de la salud de su madre, logra asumir su situación. Con ayudas en su aspecto físico con ejercicios de autoestima, para que su centro base ubicado en el coxis -un pequeño hueso en forma de triangulo ubicado en la base de la columna vertebral-, pudiese lograr su centro de equilibrio, como eje central para armonizar su centro emocional. Y desde ahí pasar a la glándula pituitaria, oxigenándola de manera apropiada con aminoácidos esenciales y con ejercicios de relajación. Pasando luego por la toroides para que desde su centro laríngeo pudiese liberar toda su inexpresividad acumulada por años y  poder así  tener la fuerza necesaria para liberarse y liberar, entenderse y entender, perdonarse y perdonar. Con el proceso obtiene las bases para poder asumir su propia identidad -quizás perdida- y con la imposibilidad de encontrarla en algunos momentos cruciales de su vida. Pero no la identidad enajenada por su madre y que quizás por la ausencia de padre  - como principio de autoridad – no le brindaron la fuerza necesaria para poder asumir su rol de hombre, sino de niño huérfano, temeroso, frágil y vulnerable; a tal medida de tener que depender económicamente de los demás para sustentar sus necesidades básicas primarias.

Una ardua tarea para lograr resultados en tan corto tiempo, dada la complejidad de la salud de su madre que se manifestaba de manera evidente. Proceso terapéutico  breve combinando los aspectos físicos: Con elementos claves –vitaminas, minerales, antioxidantes, aminoácidos, lípidos - conducentes a nivelar su estado de disfunción, el cual se produce por deficiencias de estos elementos fundamentales a lo largo de la vida. Logrando revertir este proceso  en lo físico, para repercutir de manera directa y recuperar los niveles apropiados de salud tanto en lo mental, en lo emocional como en lo espiritual. Teniendo en cuenta  que en lo emocional debemos encontrar herramientas Psicológicas para facultar al paciente en la posibilidad de poder cortar el cordón umbilical de miedo,  de soledad y de minusvalía emocional. Luego el paciente lograr valerse por sí mismo y  de una manera sencilla y desde el amor  hablarle a su madre de sus metas durante sus 58 años de vida y  de manera especial, las que más se destacaron y que fueran recordadas de manera sobresaliente en este breve episodio de acompañamiento terapéutico de reconciliación con el alma, con el alma que da sentido al gran despertar de la vida.

En lo mental, la preocupación de la madre es alimentar a su hijo, alimentarlo en la confianza absoluta de poder asumir actitudes y aptitudes que lo convaliden en el asumir su propia responsabilidad frente a los deberes de vivir como individuo y no como apéndice de su madre. Lo cual la faculta para poder despedirse de su cuerpo físico y enfrentar con absoluta dignidad y fortaleza su muerte corporal, la cual la conducirá a un nuevo nivel de conciencia llamado de manera sencilla el nacimiento espiritual al mundo celestial e infinito del universo, de la unidad, del todo.

 Logrados los anteriores aspectos, podemos abordar con absoluta certeza  el contexto espiritual. Donde  se  promueve un ejercicio terapéutico sencillo para que tanto la madre como su hijo asuman facultades tendientes a soltarse y liberarse de esa clase de  codependencia generada muy seguramente desde hace muchos años. A la madre le facilitará camino para soltarse y volar hacia la resurrección de la vida. Resurrección de la vida después de la muerte en ella, pero también resurrección a la vida por parte de su hijo, quien le espera un eterno presente de lo que aun no se ha permitido vivir.

El ejercicio final cuenta con todos los ingredientes sobre la mesa para que le brinden  al hijo la fuerza necesaria tanto física, como mental, emocional y espiritual.  Lo importante era motivarlo para que le hablara a su madre  - no desde la queja como usualmente lo hacía -  sino desde el empoderamiento de su dignidad perdida en algún momento de sus  circunstancias acontecidas – que como  apego conduce  la mayoría de las veces a los oscuros rincones del aislamiento y la soledad -. Paso a paso, dignidad recuperada  aquí de manera providencial, como luz resplandeciente en este proceso para bien de sí mismo, de su madre y del entorno en que se desenvuelven.

Mi última intervención con el hijo ocurre un viernes al atardecer – viernes de morir a lo viejo para renacer a lo nuevo, de morir a un nivel de conciencia inferior para  acceder a un nivel de conciencia superior –. Ese día me plantea que está listo para hablar con su madre y agradecerle por todo lo que ha vivido con ella. Quizás con lágrimas en los ojos se encuentra preparado para esa gran despedida. Así lo hace como a eso de las 11:00 de la noche. Fue un encuentro mágico, liberador y transformador.

Momento de reconciliación, de perdón y sanación, donde le pide a su madre la bendición final. Bendición que lo libera y la libera, bendición de nacimiento en doble vía, bendición para asumir un camino a lo desconocido, que precisamente por ser desconocido tiene la opción del disfrute y de la libertad por lo nuevo, por lo no vivido, por lo no recorrido; por lo fascinante de cada nuevo episodio que está a la espera de ser descubierto.

Bendición sagrada  que como lluvia del cielo ha sido transmitida  ancestralmente de padres a hijos1, para lograr aperturas emocionales tanto para la madre como para el hijo, bendición que otorga las fuerzas necesaria para cerrar círculos, para tocar las sinfonías inconclusas, para continuar el camino sin dar marcha atrás.

Bendición liberadora que permite que la madre se desprenda de su cuerpo físico solo tres horas después de haber escuchado e interactuado con su hijo sobre su libertad. Algo sorprendente y maravilloso para los seres humanos, en el momento preciso que logran  asimilar que cuando  todo está concluido y consumado se vislumbra la hora para partir; así se tiene la absoluta certeza del deber cumplido. Cumpliéndose el mandato de la vida-muerte-vida, en los justos instantes de acercamiento espiritual, promoviendo encuentros desde el alma, donde los cielos se regocijan y según la cultura griega los dioses del Olimpo, celebran y festejan nuestras decisiones acertadas.

Aquí cabría  otro episodio en las enseñanzas de la Biblia que hace alusión al  tema de la liberación  y que tiene que ver de manera  directa con  la resurrección de Lázaro. La pregunta tiene que ver con lo que significa su resurrección, ¿para qué Jesús lo resucita? Muy seguramente el arquetipo del Mago interior que cada uno de nosotros lleva consigo mismo tiene como objetivo  primordial la transformación de realidades inferiores en realidades superiores, referidas aquí como la transformación interna de los dos personajes centrales de esta historia para que asuman y continúen sus caminos sin miedo alguno. Los dos cumplen la tarea que aún no han realizado, para que sean luz frente a la oscuridad de sus vivencias. Ya que solo podrán conocer la luz aquellos que han vivido en las tinieblas. Las dos personas habrán tenido suficiente experiencia en el vivir en los aislamientos que producen los miedos interiorizados y asumidos de forma directa. Además de haber aceptado aquellas  proyecciones de inseguridad que de manera inconsciente han recibido y asumido como propias, sin reconocer  que sólo le pertenecen a  los demás. Suficiente con asumir y llevar consigo  las situaciones  propias, como para llevar sobre los hombros los excesos de equipaje  endosados por los demás.

REFLEXIÓN:

Las reflexiones propias de este contexto serán abordadas desde la Psicología Transpersonal.  Aquella rama de la psicología que como fuerza avanzante en el estudio del comportamiento del ser humano, se encarga de analizarlo y contextualizarlo más allá de sus potencialidades tradicionales, para elevarlo a un nuevo nivel de conciencia en el que pueda asumir realidades trascendentes mayores y más significativas,. En general con el ánimo de brindar sentido de vida a su compartir y convivir consigo mismo y con los demás en lo cotidiano de su existencia.

Por lo tanto, las premisas básicas de la historia son un fiel reflejo de muchas de nuestras propias vivencias. Las enseñanzas en el arte de  asumir identidades de crecimiento y evolución nos pueden conducir a un despertar desde las acciones cotidianas. La conciencia con sentido por lo vivido y aprendido, no se ha visto reflejadas en la educación impartida tanto en las escuelas como en nuestros ambientes familiares.

Esto conlleva a un desconocimiento en el aprender a fusionar nuestra vida entre lo humano y lo divino para entender que estamos de paso por este planeta tierra, que vamos de un nivel inferior a un nivel superior. Las experiencias presentadas durante el camino son enseñanzas y aprendizajes para prepararnos a nuevos niveles de vida. Que cada uno es dueño de su propio camino y que no debe cargar ni  el camino ni la historia del otro, proyectados por los demás por el solo hecho de no saber vivir.

Las enseñanzas básicas deben estar enfocadas en aprender  a ser libres  de los  miedos propios del ego, que como instancia psíquica   nos induce a que creamos que somos seres solitarios y aislados, creencia totalmente alejada de toda realidad posible.

Aprender a ser prisioneros de la esperanza, no de la duda y de la incertidumbre, en ello tenemos mucho por aprender. De igual modo es vital enseñar y aprender que vamos en pos de una tierra de abundancia prometida por el Dios  del universo y que para lograr tal cometido debemos ser fuertes en la fe, en la confianza, en las acciones que realizamos. Fuertes en las palabras de grandeza que emitimos y lanzamos al universo. Fuertes como la luz que brilla de manera permanente en todos los instantes de la vida. Fuertes no tanto en la fuerza física sino en la fuerza emocional, mental y espiritual para alcanzar nuestros objetivos trazados desde arriba para la plena realización en la integralidad de nuestro ser evolucionante en todo momento y a cada instante.

Se nos debería enseñar en cada instante de nuestra vida que somos la luz del mundo y que hemos nacido para comportarnos como tal, no como encogimiento en la oscuridad, la luz abre caminos, la oscuridad los cierra. Hoy me pregunto, ¿cuál sería la información que le brindaron a este paciente durante su niñez y durante su adolescencia? ¿Cuál sería el miedo de la madre que le transmitió a su hijo proyectándole inseguridad, dependencia, bajo nivel de autoestima, minusvalía mental, que de manera directa afectó su comportamiento como un hombre congelando su vida, similar a un  niño frágil e indefenso que eterniza su estado mental sin saber por qué?

Gracias a los miedos proyectados en la sociedad, es que existen más trastornos mentales y  como consecuencia directa más drogadicción, más alcoholismo, más cárceles. Consecuencias de los medios de represión, así anulan la creatividad y el desarrollo de talentos propios que le permiten al alma su libertad de expresión para encontrarle sentido a nuestra vida.

¿Qué hubiese pasado si a este paciente cuando era niño se le hubiera enseñado a hacer alianzas de grandeza consigo mismo, con los demás y con algo más  grande y superior a él que como divinidad le apoyaría en cada instante de su vida? Estoy absolutamente convencido que la historia habría sido otra muy distinta a la que como terapeuta  me tocó abordar. Los obstáculos del camino pueden superarse si los elementos de la vida inicial son compactos.

Amable lector, ¿cuál cree usted que es el llamado que nos hace esta historia hoy día? Si usted hubiese sido la madre, ¿cómo habría actuado y educado a su hijo? ¿Cómo le habría enseñado a enfrentar sus miedos y sus soledades? ¿Cómo le habría transmitido seguridad y confianza en sí mismo y en los demás?

Si usted hubiese sido el padre, ¿Qué rol habría proyectado? Si le hubiésemos enseñado culinaria, carpintería, pintura, música, danza, artes  que como expresiones propias de liberación le hubiesen permitido encuentros desde el alma con su ser interior, que al pactar alianzas de acuerdo con su ser exterior le hubiesen facultado para extender sus alas de libertad y poder llegar a las cumbres propias del descubrimiento de su existencia.

El paciente requería de una existencia nueva para transformar  sus neurosis en multiplicidad de acciones sublimes conducentes a recuperar sus espacios perdidos y no disfrutados por estar apegado a la sombra de su madre. Igual necesitaba transformar sus vacíos existenciales en notas musicales que sanasen su alma y la de muchos que por su misma situación  se encontrasen y coincidiesen de alguna manera en su caminar. Al tiempo transformar  sus miedos en románticos y desgarradores escritos liberadores de amores y represiones enjauladas. Transmutar  sus frustraciones para que asumiendo la violencia interna y el miedo aprendido pudiese llegar a la confianza básica, que le permitiese parársele a la vida con la fuerza necesaria para asumir su verdadera identidad, con el merecimiento de espacios de reconocimiento para sí mismo y para los que lo acompañasen en su trasegar por los laberintos serpenteantes de sus diferentes encuentros con los demás.


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